miércoles, 1 de enero de 2014

No desearas al vecino del 5º

"Costas? como el que fue jugador del Barça?" - le pregunté interesado. "No, con K, viene de Konstantinos , y si, soy griego, como el yogur y como..., bueno es igual" - me contestó sonriendo, un tipo bien plantado y regado, pues mediría cerca de 1.90 m de alto. "Soy piloto..." , "como Fernando Alonso?" - le interrumpí sin darle tiempo de acabar la frase. Era una de mis bromas rápidas que no siempre suelen gustar pero sirven para romper el hielo, porqué era evidente, por su uniforme impecable, su gorrita de visera, su pequeña maleta, su sonrisa postiza y su insignia de Iberia en la solapa, que ese hombre volaba alto y con alas. Será por eso que se interesó por el ático? querría aterrizar directamente en su terraza?. Tenia una gran terraza, eso si, pero tanto como para aterrizar en ella... a lo sumo podría llegar en helicóptero.
El caso es que el ático era la perla del edificio, y el parecía el indicado para su ocupación. Su profesión garantizaba recursos y quizá alguna azafata, y eso podía suponer unas gotas de alegría en mi aburrida vida de nuevo soltero. Ya me imaginaba ligando en una roof party en su terraza, practicando francés, sueco o ... bueno es mucho suponer porqué a mis cincuenta tacos pocas posibilidades así suelen darse aunque, por lo que pudiera ser, no escatimé esfuerzos en hacerme el simpático con él.
No regateó en el precio y tampoco puso objeciones en firmar un acuerdo de confidencialidad, acuerdo que decidí instaurar para garantizar que ningún inquilino supiera nuca lo que pagaban los demás. Eso me permitía establecer un cierto control a la sombra sobre que inquilinos iba a aceptar o no.
Ese acuerdo me fue especialmente útil cuando, Pedro, un antiguo compañero de los tiempos de COU, me llamó para pedirme un favor. Su hija Asia, llevaba unos meses viviendo en su casa, después de un fracaso sentimental, y al parecer existencial, y ahora parecía decidida a re-emprender su vida independiente y fuera del paraguas familiar, y eso empezaba por encontrar un piso asequible, donde pudiera sentirse cómoda para afrontar su nueva etapa. El recordó que en la última cena de antiguos alumnos, reencontrados vía facebook, le comenté que ahora me dedicaba a administrar los pisos que heredé en el centro de Barcelona y le sugirió a su hija que pasara a verlos por si podía interesarle. Asia se entusiasmo con el 6º1ª, por su luminosidad, por que enfrente vivían un grupo de jóvenes con los que seguro se llevaría bien, y por su precio, que gracias a la cláusula mencionada, no podría comparar y descubrir que su padre subvencionaba la mitad del alquiler. Pedro insistió en que si ella se instalaba allí, yo siempre podría echarle un cable en caso de apuros. Era como mantener su paraguas protector pero en manos de un amigo. Ella aceptó, yo acepté, Pedro pagó su parte y todo un continente de economía emergente, se instaló justo enfrente de mis primeros y revoltosos inquilinos del 6º2º, bajo el ático del apuesto piloto siempre presto a levantar el vuelo y lo que haga falta. Eso presagiaba un cóctel que esperaba no fuera de difícil digestión.
Y así hasta que hace pocos días quizá cometí quizá mi primer error como gestor al aceptar una oferta de alquiler por un año, pagando todo por adelantado. La voz sensual al otro lado del teléfono, con acento francés y de nombre Monique, resultaba tan convincente como los 20.000 € que transfirió a mi cuenta al día siguiente. La multinacional para la que trabajaba necesitaba un piso en la ciudad para acomodar temporalmente sus directivos cuando debieran desplazarse a Barcelona y así es como hace dos días se instaló en el 5º2º, Stefan, un sombrío personaje que no infunde confianza alguna...

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